Hoy me acordé de un venezolano taxista con el que interrelacioné sendas parejas de veces por aquello de que era el taxista de confianza de la empresa en la que trabajé cuando viví donde los vecinos.
Era un grande; inmenso; tirando a gigante. Para ilustrar su grandeza basta contar que para demostrar su vasto vocabulario y cultura, decía picsina en lugar de piscina. Además, en el corto e insuficiente tiempo que compartí con este señor, dijo tantas veces picsina como nadie, ni siquiera alguien que de hecho se encuentre en una picsina, podría decir. A la fecha, para ser sincero, me parece que lo correcto en verdad es decir picsina. Verbalícese y cúmplase.
Pero lo que hace que este filósofo de la vida trascienda a nivel de sabio, es algo que me dijo una vez en un baño en el que orinabamos en paralelo. Seré tan textual como la memoria me lo permita. Entró al baño, fue directo a usar el lavamanos y luego, mientras usaba el orinal me dijo:
"Sabes una cosa Gabriel, yo no se porqué hay hombres que se lavan las manos después de mear. Uno tiene que lavarse las manos antes de agarrárselo. Todo el tiempo toca uno plata, mugre, manos de otras personas...puede uno agarrar una infección vale. ¿No te parece Gabriel? Además tiene uno que respetar su bicho. Lavarse las manos después es como de maricas. - Ay (dijo con voz aguda, ridiculizando) Ay, me lo toqué, me lo toqué, voy a lavarme las manos.- ¡Nagüevoná'!"
Terminó, se subió la cremallera y salió del baño.
No me acuerdo si me lavé las manos antes de salir. Creo que no. Igual el 90% de los hombres, homosexuales o no, en el mejor de los casos sólo nos lavamos las manos cuando hay alguien más en el baño. Especialmente si es conocido.
A veces, cuando me acuerdo, sigo la recomendación. De verdad se siente muy bien. La sensación de autorespeto, seguridad e higiene es sublime. Si todos hicieramos lo mismo, desde chiquitos, no habría nada que temer. Podríamos estrecharnos las manos inmediatamente salgamos del baño. No como ocurre en la realidad, en la que al cruzarnos con alguien conocido en la puerta, ambos nos hacemos los maricas. Ninguno se ha lavado las manos. Ni antes, ni después.