POZO SÉPTICO (Temas Intrascendentes)

lunes, septiembre 19, 2005

FONTANARROSA FLATULENTO

Califique este Post

Recopilado por: Daniel Ricardo Jorge Eduardo Mcnamara

Fontanarrosa botó el siguiente escrito sobre el pedo, el cual hay que compartir:

"En Argentina, el país de Borges y de Cortázar, "estar al pedo" significa estar sin hacer nada. El alpedismo significa dejar pasar el tiempo sin practicar actividad alguna, aunque puede disimularse como germen de la filosofía o de la reflexión. Hacer algo al pedo es hacerlo inútilmente, en vano. La expresión incluye una variante aumentativa y casi poética: "Hacer algo al divino pedo" o "al reverendo pedo". Sin alternativas que certifican lo inconducente del esfuerzo "al pedo como bocina de avión" o "como timbre de panteón" son dos metáforas populares que también sacan partido de la potencia y el grafismo del zarandeado pedo. "Estar en pedo" es, en Argentina, estar borracho, e incluye figuras literarias de gran audacia y cierto grado de absurdo. "Tenía un pedo que flameaba" suele decirse de algún respetado amigo a quien el alcohol lo hace flamear como una bandera. El pedo, no obstante, esa palabra pequeña, concisa, fácil de pronunciar este acierto fonético, sonoro como suele ser sonoro su origen fisiológico, despreciada entre las clases cultas como es despreciada la mandarina entre las frutas, se brinda, pese a todo, generosa a figuras poéticas dignas de Breton. "Qué grande ha sido nuestro amor -dice el tango Los mareados- y sin embargo ya lo ves, mirá lo que duró". Cuanto más mágico, cuanto más sutil, cuanto más sugerente, señores, es la frase popular, refiriéndose al algo efímero, fugaz, "duró lo que un pedo en la mano". Hay otra semejanza metafísica, casi rayana con la química o el ilusionismo que dice "duró lo que un pedo en una canasta". No todos emplearon la dúctil palabra como apoyatura de la vulgaridad o el escarnio. Amílcar de Esporcedro, poeta de la corte de Luis XIII, pasó a la posteridad cuando escribió, tierno y sensual, refiriéndose a la controvertida ventosidad. "Entre dos paredes blandas sale un títere, y canta", descripción bella, producto, sin duda, de una observación cercana. Pero, ¿por qué el agravio, por qué el desmedro hacia un acto natural y entendible para todo aquel que entiende el aparato digestivo? Hay algunas teorías que, si bien no convencen del todo, acercan una explicación más o menos lógica. "La flatulencia -aporta la psicóloga Ernestina Fay- nos sume, generalmente, en la vergüenza y la humillación. Por fortuna aún no hay un examen de ADN que pruebe, inequívocamente que tales sones y aromas pertenecen a tales personas, transformando a sospechosos en culpables". No es equivalente la satisfacción física con la repulsa del entorno. Fue Emmanuel Carit, fisiatra y ambientalista alemán del siglo XVIII, quien acuñó la frase "Más vale perder un buen amigo que perder un buen pedo". Pero el consejo, lanzado en épocas en que el meteorito socavaba el Primer Reich, perdió vigencia con los años, cuando creció el concepto de amistad y la perfumería fue eliminando aromas amargos. "Amargo como pedo de perro", dice el criollo cuando rememora momentos difíciles."

lunes, septiembre 12, 2005

SEÑALIZACIÓN

Califique este Post

Foto: Santiago Ortiz

Señales captadas en la ciudad de Linz (Austria) con sus respectivas interpretaciones de parceros desocupados.


Los adultos no deben hacer promesas a los niños que después no pueden cumplir.


Las bicicletas van debajo suyo; no encima.


Prohibida la Gravedad 0








Prohibido ser humano (aunque la señal deja claro que entre las dos opciones, ser mujer es la más prohibida)

viernes, septiembre 02, 2005

SECRETOS DE DEPOSICIÓN SON MALA EDUCACIÓN

Califique este Post

por Gabriel Enrique Lascano

Mi hipótesis, en adelante Ho, es que todo el mundo tiene al menos un secreto relacionado con su materia fecal, pasada la infancia claro, porque nada tiene de chistoso el lácteo popó de bebé, a no ser que sea visto desde la perspectiva del bebé, que no debe limpiarlo.

Verificar Ho no es como soplar y hacer botellas, porque es algo que el humano promedio no comenta y se lleva a la tumba. Además, ese dicho no tiene sentido. Soplar y hacer botellas es jodidísimo; o si no que al que le haya quedado bien su primer botella, tire la primera piedra y la rompa a ver si no le duele.

Por eso requiero de su retroalimentación (literalmente), para hacer una compilación de relatos cuyo elemento en común es su contenido de pura caca, y corroborar así mi afirmación.

Me corresponde deponer el ejemplo:

Es una historia muy corta, pero voy a tratar de alargarla:

Hace no mucho tiempo, por motivos que usté no conoce ni le importan, estaba en un muy alejado municipio boyacense. Tan alejado que aún siendo en Boyacá era tierra caliente, tirando a hirviendo. Estábame en el centro de salud, en el cual pasé todo el día, habiendo pernoctado la noche anterior en un hostal del pueblo cuyo baño no me satisfizo como para entrar en contacto con el inodoro. Por lo tanto, a eso de las 5pm, hora en que debía partir de regreso a Bogotá aproximadamente a 6 horas de distancia, sabía que mi intestino grosso no resistiría tal viaje.

El baño del centro de salud no cumplía tampoco con mi altísimo nivel de exigencia para llevar a cabo la deposición. Como iban las cosas, y teniendo en cuenta que en el pueblo todos los hombres mayores de doce años andaban armados, lo más cercano a satisfacer mi necesidad era que estos muchachos decidieran deponer las armas.

Providencialmente, dentro de un consultorio había un cuartico que parecía un lugar de almacenaje, lleno de papeles y cajas. Debajo de unas cajas estaba la taza, que confirmaba que en lugar de closet era un baño de los que me gustan, aislado, exclusivo y limpio, que estaban utilizando como almacén. Entre los vítores y hurras de mi rabo le quité las cajas y apresuradamente hice lo mío, con gran júbilo y placer.

Una vez terminada la acción, al intentar soltar el agua, me di cuenta que efectivamente no estaba en un baño, y esa taza era tan solo otro de los elementos que estaban ahí guardados por alguna extraña razón, sin conexión alguna al acueduto y alcantarillado local.

No tuve más remedio que poner las cajas que había quitado nuevamente en su sitio y dejar el pueblo como si nada hubiera pasado; sin dejar de imaginar, con angustia, la reacción de quienquiera que utilizara ese consultorio cuando intentara averigüar en el mediano plazo, "¿A qué hijueputas huele?", y descubriera las condiciones en que se encuentre ese material orgánico luego de algunos días soportando ese calor infernal.

Y espero nunca saberlo.