FONTANARROSA FLATULENTO
Califique este PostFontanarrosa botó el siguiente escrito sobre el pedo, el cual hay que compartir:
Mi hipótesis, en adelante Ho, es que todo el mundo tiene al menos un secreto relacionado con su materia fecal, pasada la infancia claro, porque nada tiene de chistoso el lácteo popó de bebé, a no ser que sea visto desde la perspectiva del bebé, que no debe limpiarlo.
Verificar Ho no es como soplar y hacer botellas, porque es algo que el humano promedio no comenta y se lleva a la tumba. Además, ese dicho no tiene sentido. Soplar y hacer botellas es jodidísimo; o si no que al que le haya quedado bien su primer botella, tire la primera piedra y la rompa a ver si no le duele.
Por eso requiero de su retroalimentación (literalmente), para hacer una compilación de relatos cuyo elemento en común es su contenido de pura caca, y corroborar así mi afirmación.
Me corresponde deponer el ejemplo:
Es una historia muy corta, pero voy a tratar de alargarla:
Hace no mucho tiempo, por motivos que usté no conoce ni le importan, estaba en un muy alejado municipio boyacense. Tan alejado que aún siendo en Boyacá era tierra caliente, tirando a hirviendo. Estábame en el centro de salud, en el cual pasé todo el día, habiendo pernoctado la noche anterior en un hostal del pueblo cuyo baño no me satisfizo como para entrar en contacto con el inodoro. Por lo tanto, a eso de las 5pm, hora en que debía partir de regreso a Bogotá aproximadamente a 6 horas de distancia, sabía que mi intestino grosso no resistiría tal viaje.
El baño del centro de salud no cumplía tampoco con mi altísimo nivel de exigencia para llevar a cabo la deposición. Como iban las cosas, y teniendo en cuenta que en el pueblo todos los hombres mayores de doce años andaban armados, lo más cercano a satisfacer mi necesidad era que estos muchachos decidieran deponer las armas.
Providencialmente, dentro de un consultorio había un cuartico que parecía un lugar de almacenaje, lleno de papeles y cajas. Debajo de unas cajas estaba la taza, que confirmaba que en lugar de closet era un baño de los que me gustan, aislado, exclusivo y limpio, que estaban utilizando como almacén. Entre los vítores y hurras de mi rabo le quité las cajas y apresuradamente hice lo mío, con gran júbilo y placer.
Una vez terminada la acción, al intentar soltar el agua, me di cuenta que efectivamente no estaba en un baño, y esa taza era tan solo otro de los elementos que estaban ahí guardados por alguna extraña razón, sin conexión alguna al acueduto y alcantarillado local.
No tuve más remedio que poner las cajas que había quitado nuevamente en su sitio y dejar el pueblo como si nada hubiera pasado; sin dejar de imaginar, con angustia, la reacción de quienquiera que utilizara ese consultorio cuando intentara averigüar en el mediano plazo, "¿A qué hijueputas huele?", y descubriera las condiciones en que se encuentre ese material orgánico luego de algunos días soportando ese calor infernal.
Y espero nunca saberlo.